
Holland y su equipo, no solo han creado una joya del séptimo arte, sino una visión radical de Beethoven como símbolo, desde la iconografía de la época hasta el mito. Aquí el personaje histórico es más que un relato de hechos, es una experiencia poética y espiritual.

Esta no es una obra apta ni para las masas ni para los puristas. Es solo para aquellos capaces de experimentar eso que Pierre Boulez llama "imaginación" y Susan Sontag "pensamiento radical". Hay que saber ver, e hilar muy fino entre la delicada y sofisticada espesura de mente.
Ed Harris realiza una representación a la altura de su Pollock del año 2000. Respeta hasta el último detalle a esto que llamamos profesión, pero que en realidad es una forma de vida que devora la Vida: LA MUSICA.
Personalmente creo que hay que ser valiente para realizar un proyecto de esta envergadura, matizado de un humanismo y porque no, un feminismo, pues el personaje "Ana", la compositora y directora asistente de Beethoven dentro de la trama, es un símbolo de la emancipación de las mujeres, es un guiño al tiempo, a las creadoras e intelectuales, y porque no, a la musicología feminista. Se trata de un proyecto brillante, y lamento de ante mano que, como suele suceder, el mundo este sordo para oírlo.
En definitiva, una obra de ruptura, un poema de Schiller, de Klimt, y Friso de Holland.

Este artículo ha sido publicado en la Revista Digital OPUS MUSICA Nº 11, 2006 (dar click para enlazar). También se incluye una crónica sobre la ponencia de Joaquín Díaz en Nueva Economía Forum.